66°S La última frontera

Bitácoras

 Experiencias heroicas en el relato de sus protagonistas

"Todo esto es salvaje, estéril, desnudo: sin embargo, estas son nuestras riquezas, ya que son nuestros descubrimientos. El panorama que se despliega ante nuestros ojos, y que ningún otro ojo jamás ha contemplado, es de una grandeza feroz."

Gelarche, Adrien; 1902: 119  

Numerosos relatos escritos por sus protagonistas en bitácoras de viaje, diarios personales y documentos de navegación nos transportan a la experiencia cotidiana de la edad heroica de la exploración antártica.

Fabian Gottlieb Bellingshausen, James Weddel, Otto von Kotzebue, James Ross, Charles Wilkes, Adrien Gerlache y Otto Nordenskjöld son algunos de los navegantes que destacamos a partir de sus escritos.

A ellos se suma el único héroe chileno en tiempos de paz, el Piloto Luis Pardo Villalón, quien lideró el rescate de la tripulación del “Endurance” tras la alerta de su comandante, el explorador polar irlandés Ernest Shackleton.

Para dimensionar la envergadura de los desafíos que enfrentaron en sus embarcaciones, contamos con réplicas a escala de las naves “Endurance”, comandada por Ernest Shackleton y “Bélgica”, a cargo de Adrien de Gerlache. Al observarlas con atención, podemos trasladarnos en el tiempo, revivir aquellos relatos de bitácoras originales y recrear las ambiciones e inquietudes de aquellos intrépidos capitanes. 

A principios del siglo XX, la población magallánica fue testigo de verdaderas epopeyas que dan vida a lo que se conoce como la época heroica de la exploración Antártica.

Punta Arenas fue un punto importante de abastecimiento y conexión para los conquistadores del Polo Sur, el noruego Roald Amundsen, en 1897, y el inglés Robert Falcon Scott, en 1904.

Pero muchos más contribuyeron a poblar la historia de aventuras que pusieron a prueba el temple humano. Jean-Baptiste Charcot estuvo dos veces en Punta Arenas y, en abril de 1940, el explorador norteamericano almirante Richard E. Byrd también transitó por estas frías y remotas aguas.

Contrario a lo que se cree, lejos de tratarse de empresas temerarias, respondían a una cuidadosa planificación y ponderación de cada potencial riesgo, con el fin de alcanzar satisfactoriamente los objetivos del viaje y culminar la travesía con la mayor seguridad para sus tripulaciones.

La documentación y registros disponibles en la actualidad no consignan participación femenina en estas expediciones. Sin embargo, numerosos oficios relacionados con la preparación y logística de estos viajes debieron ser apoyados por mujeres. 

1. Otto von Kotzebue

Otto von Kotzebue fue un oficial naval de origen prusiano al servicio de la Marina Imperial Rusa. Realizó dos viajes de circunnavegación por la ruta del Cabo de Hornos, el primero iniciado en 1816, y el segundo, en 1823.

La ruta ya era conocida por sus condiciones extremas de navegación. En las memorias de su viaje, el capitán von Kotzebue recuerda la difícil travesía de Lord Anson, en 1741, ampliamente difundida en los siglos XVIII y XIX entre todos aquellos que planeaban aventurarse en tan tormentosas aguas. Dicha expedición tenía como misión atacar las posesiones españolas en las costas del océano Pacífico y estaba compuesta por cinco naves de guerra y dos de abastecimiento. Luego de enfrentar condiciones climáticas adversas en la ruta del Cabo de Hornos, solo tres de los navíos lograron reunirse en la isla de Juan Fernández. Se conocen cinco relatos de los supervivientes.

Dado lo anterior, para nadie era un misterio que completar la ruta era un verdadero triunfo. Por ello, el capitán comenta de manera especial la ceremonia efectuada al cumplir la hazaña, que servía a la vez de bautizo para los nuevos “Cape Horners”, similar a los rituales practicados por las tripulaciones que cruzan por primera vez la línea del Ecuador. 

" Mis marineros habían oído hablar mucho de las terribles tormentas que se desencadenan en todas las épocas del año alrededor del Cabo de Hornos y que han destruido tantos barcos.

Uno de ellos había leído recientemente a sus compañeros la historia del desafortunado viaje de Lord Anson, por lo que no estaban del todo libres de aprehensión al acercarse a este peligroso punto, y se sorprendieron agradablemente al pasarlo tan tranquilamente.

En su alegría, dieron con la orgullosa y poética idea de que los propios elementos respetaban la bandera rusa. Esta audaz idea se apoderó tanto de sus mentes, que, en la elevación de sus espíritus, resolvieron representarla en una pantomima, a lo que yo accedí de buena gana, ya que mi propia alegría dependía en gran medida de la suya."


Kotzebue, O; 1830: 66-68 

2. Charles Wilkes

Charles Wilkes fue un oficial de la Marina de los Estados Unidos y destacó como explorador y botánico. Estuvo a cargo de la primera expedición de exploración de dicha nación, la que consideraba describir las costas de América y el reconocimiento inicial de los territorios australes que se extendían más allá del paralelo 60° Sur.

Zarpó en 1838 con una flotilla de seis naves, empleando la ruta del Cabo de Hornos para la navegación desde el Atlántico al Pacífico. Igualmente, eligió la bahía Orange como puerto base para las operaciones en el área fueguina. En este punto, las naves estadounidenses establecieron contacto con población indígena canoera, manteniendo relaciones de intercambio y colaboración entre los meses de enero y marzo de 1839.

Wilkes reconoció las islas Shetland del Sur y realizó exploraciones de carácter naturalista en isla Decepción, en marzo de 1839. Si bien habían sido descubiertas 19 años antes por los marinos ingleses Smith y Bransfield, su reconocimiento generó la primera descripción de evidencia volcánica en territorio antártico.

El capitán Wilkes describe con detalle lo que observó con asombro y entusiasmo. 

" Este tiempo continuó con mucha nieve durante tres días, cuando dejó de nevar, pero todavía soplaba fuerte. El 17 de marzo zarparon de la isla Decepción, dejando una botella con informes, atada a un asta de bandera. Esto fue encontrado después por el capitán Smiley, quien menciona en su carta que en febrero de 1842, todo el lado sur de la isla Decepción apareció como si estuviera en llamas. Contó trece volcanes en acción."

Wilkes, Charles; 1851: 61

3. James Ross Clark

James Ross fue un oficial naval y explorador inglés, además de un destacado botánico. Influenciado por el espíritu naturalista de la época, en 1839 inició la exploración de los territorios antárticos a bordo de las naves “Erebus” y “Terror”.

Tras cuatro años de exploraciones en el área, sus resultados ofrecieron las primeras descripciones realizadas desde las Ciencias Naturales, junto con el descubrimiento del mar de Ross, la tierra de Victoria y la barrera de hielo que lleva su nombre.

El relato que presentamos ocurrió el 12 de marzo de 1842, cuando el “Erebus” colisionó con un peñasco en el área del Cabo de Hornos. La narración da cuenta de la angustia del capitán ante el riesgo de la nave y su tripulación, ante la certeza de que un impacto de gran intensidad implicaba una muerte segura de los integrantes de la expedición.

Y es que, a diferencia de lo que se cree, un atributo que definió a los grandes exploradores no fue la temeridad, sino al contrario, la cuidadosa ponderación de cada potencial riesgo, con el fin de alcanzar satisfactoriamente los objetivos del viaje y culminar la travesía con la mayor seguridad para sus tripulaciones. 

" El único medio que nos quedaba para salir de esta horrible y espantosa situación era recurrir al peligroso recurso de un abordaje por la popa, que nada podía justificar durante semejante vendaval y con una mar tan alta, sino para evitar el peligro que a cada momento nos amenazaba de ser hechos pedazos."

Ross, James; 1847: 217-219


4. Otto Nordenskjöld

Nils Otto Gustaf Nordenskjöld fue un geólogo sueco, considerado uno de los exploradores escandinavos de mayor prestigio en territorios australes, pues sus intereses de investigación lo llevaron además de Antártica, a la isla Tierra del Fuego y la Patagonia continental.

El 27 de agosto de 1896, el periódico El Magallanes de Punta Arenas publicó una nota en extenso acerca de las exploraciones de la “Comisión Científica Sueca en la Tierra del Fuego”. En ella se informaba acerca de la reunión sostenida con la Sociedad Científica Alemana en la ciudad, en que Nordenskjöld había expuesto la síntesis de los resultados obtenidos tras su travesía a Tierra del Fuego, realizada entre diciembre de 1895 y julio de 1896.

Hacia 1901, fue designado jefe de la Expedición Antártica Sueca, para la cual se le dotó de la “Antartic” como nave especialmente habilitada para el reconocimiento. La expedición visitó las islas Malvinas/Falkland y el barco, comandado por Carl Anton Larsen, dejó al grupo de Nordenskjöld en la isla Cerro Nevado (Snow Hill), adyacente a la costa oriental de la península Antártica. Nordenskjöld pasó el invierno en ese lugar, mientras el buque regresó a las Malvinas/Falkland. Al verano siguiente, Larsen fue en búsqueda de Nordenskjöld y su grupo, pero quedó atrapado en el hielo, y la nave se destruyó por la compresión de su casco, obligándolo a pasar el invierno en un improvisado refugio en isla Paulet junto a su tripulación.

La falta de noticias sobre Nordenskjöld y Larsen movilizó a suecos, franceses y argentinos para organizar una expedición de rescate. Estos se encontraron finalmente en su refugio en bahía Esperanza a fines de 1903, desde donde fueron rescatados por la corbeta de la Armada Argentina ARA Uruguay, al mando del capitán Julián Irizar, la que había sido enviada cuando el “Antarctic” había fallado en su intento de regresar a América del Sur el año anterior. A pesar de su final y de las grandes penurias sufridas, la expedición fue considerada un éxito científico.  

" (...) por un momento imagino que puedo vislumbrar algo de aspecto inusual, pero no le presto más atención, cuando Jonassen vuelve a hablar: "¿Qué es esa cosa extraña que hay cerca de la tierra?” Miro hacia allí y digo: "Sí, parece un hombre, pero no puede serlo, por supuesto; ¡Supongo que son unos pingüinos!" y continúo la marcha. Pero Jonassen dice enseguida: "¿No sería mejor que nos quedáramos para que puedas ver lo que es?" Por tercera vez miro los objetos en cuestión con la certeza de que tienen un aspecto extraño, y un presentimiento me dice que allí hay algo importante. Cojo mi catalejo. Mi mano tiembla un poco cuando me lo pongo en los ojos, y tiembla aún más cuando la primera mirada me convence de que lo que veo son realmente hombres."

Nordenskjold, Otto & Anderson, Johan; 1905: 307-310


5. Fabian Gottlieb Bellingshausen

Fabian Gottlieb Bellingshausen fue un oficial naval y explorador de origen prusiano, al servicio de la Marina Imperial Rusa. En 1819, fue designado al mando de la segunda expedición de circunnavegación antártica por el Zar Alejandro I. La exploración duró casi tres años e incorporó nuevas cartas de la costa del continente, gracias a la exploración de las islas Georgias y Sándwich del Sur, y al descubrimiento de las Islas Pedro I y Alejandro I para la geografía mundial.

La ruta consideró la navegación directa por el Atlántico Sur desde Río de Janeiro, para luego tomar rumbo este. Durante los primeros días de febrero de 1821, la expedición se acercó a las costas occidentales de la península Antártica y, a fines de ese mes, realizaron la navegación por el mar de Drake, en las proximidades de las islas Shetland del Sur.

En esa fecha se registró una referencia en el Diario de Viaje de la expedición de Gottlieb, quien narró las condiciones de navegación, la avifauna avistada y las conmemoraciones de la tripulación a bordo, luego de cumplirse “100 días” desde el zarpe desde Río de Janeiro. 

" Durante la oscuridad de la noche vieron la superficie luminosa del mar, que no vieron en las altas latitudes, porque los animales marinos luminosos no van más allá del límite conocido por ellos. Probablemente haya un grado de frío que no puedan soportar, como todo lo que tiene vitalidad en el lobo que habitamos."

Bellingshausen, Fabian; 1949



6. James Weddel

James Weddel fue un marino, explorador y cazador de focas inglés, contratado para dirigir operaciones de caza de pinnípedos en territorio antártico. Realizó tres viajes con este propósito entre 1820 y 1824, demostrando la viabilidad de la navegación en áreas recientemente incorporadas a la geografía universal para el comercio de pieles de focas, cuyo destino eran los mercados inglés y chino.

Sus viajes de exploración incluyeron operaciones desde islas Malvinas, Georgias del Sur y Shetland del Sur, contemplando el reconocimiento de las costas al este de la península Antártica.

De las narraciones de sus viajes de caza, contamos con los relatos de la segunda y tercera expedición, siendo esta última especialmente llamativa por las descripciones ambientales, la narrativa acerca de la vida a bordo de las naves loberas y, en particular, por el contacto que se describe con familias indígenas, probablemente Yagán, en el área de Bahía San Martín.

Weddel describe las condiciones de navegación en los meses de verano, destacando el desprendimiento de grandes masas de hielo flotante, ponderando los riesgos potenciales en navegaciones a vela con los escasos instrumentos náuticos disponibles, que consistían en sextantes, cronómetros y cartas cuya precisión era vaga. 

" Hubiera querido explorar el barrio Sur Oeste, pero teniendo en cuenta lo tardío de la estación, y que teníamos que volver a casa a través de 1.000 millas de mar salpicado de islas de hielo, con largas noches, y probablemente con nieblas, no podía decidir otra cosa que aprovechar este viento favorable para volver."

Weddel, James; 1825: 37 


7. Adrien de Gerlache de Gomery

Adrien de Gerlache de Gomery fue un oficial de la Marina belga, que formó parte de la primera exploración de dicho país a territorio antártico. La expedición zarpó del puerto de Amberes el 16 de agosto de 1897 y recaló en Punta Arenas el 12 de diciembre del mismo año.

Durante su estadía, el capitán Gerlache se presentó ante las autoridades de la ciudad, describió en detalle las condiciones de vida del poblado austral, realizó algunas fotografías y enfrentó un acto de insubordinación que le obligó a desembarcar a cuatro de sus tripulantes y al cocinero sueco, que permanecía enfermo desde el zarpe de Montevideo. Según su relato, Punta Arenas se había consolidado gracias a la asignación de la propiedad de tierras y otros beneficios a nuevos colonos, lo que había provocado que en cuatro años la población aumentara de 150 a 800 habitantes.

A fines de marzo de 1898, luego de haber llegado al punto más austral de la navegación, la fragata “Bélgica”, adaptada para los fines de esta expedición, fue atrapada por el hielo. Sobre esta trampa helada estuvieron a la deriva por casi un año, cuando finalmente los sobrevivientes lograron abrir un canal y liberar la nave.

La descripción que se presenta corresponde a los eventos ocurridos semanas antes de este suceso. El relato resulta especialmente gráfico en lo relativo a los campos nevados que los expedicionarios tenían a la vista, mientras realizaban muestreos mineralógicos. La sensación de ser los primeros seres humanos en reconocer esas latitudes fue un atributo que se reitera en los registros de gran parte de las expediciones antárticas de este período. 

" A pesar de nuestros miedos, experimentamos esa alegría y emoción especial que se apodera de los navegantes cuando la proa de su barco surca olas vírgenes. No tenemos ojos suficientes para contemplar los altos acantilados que se sumergen en el mar, estas bahías donde descienden los glaciares, estas agujas que apuntan al cielo. Todo esto es salvaje, estéril, desnudo: sin embargo, estas son nuestras riquezas, ya que son nuestros descubrimientos. El panorama que se despliega ante nuestros ojos, y que ningún otro ojo jamás ha contemplado, es de una grandeza feroz.

Gerlache, Adrien; 1902: 119

 

8. Luis Pardo

El 3 de agosto de 1914 Ernest Shackleton zarpaba en la “Endurance” desde Inglaterra, en una de las expediciones más ambiciosas de la edad de oro de las exploraciones antárticas: el objetivo era cruzar el continente, con el empleo de perros y trineos.

Sin embargo, en enero de 1915, la nave quedó atrapada por los hielos y terminó hundiéndose en octubre. Los marineros acamparon sobre una banquisa de hielo y lograron llegar a la desolada isla Elefante a bordo de botes salvavidas. Shackleton sabía que era imposible esperar un rescate en ese lugar, pues estaba alejado de las rutas de navegación. Por ello, decidió navegar en un pequeño bote junto a cinco tripulantes rumbo a la estación ballenera de Georgias del Sur, donde arribaron casi un mes después.

Sin contar con medios para efectuar un rescate, los tripulantes fueron conducidos a Punta Arenas, donde solicitaron el auxilio de la Armada de Chile. La ciudad experimentaba sus últimos años de prosperidad, tras la apertura del Canal de Panamá en 1914. Su importancia como puerto clave en la ruta bioceánica entre los océanos Atlántico y Pacífico era cada vez menor, pero aún se mantenían en operaciones dos escampavías de dotación del apostadero naval de la Armada de Chile, en el muelle local.

Se asignó el rescate a la “Yelcho”, nave a vapor de dimensiones menores y poco calado, empleada para tareas de patrullaje y vigilancia costera. Pese a las limitaciones de la embarcación, el piloto Luis Pardo Villalón se ofreció voluntariamente para dirigir la operación, en compañía de Shackleton y los cinco exploradores que lo acompañaban.

Rompiendo todos los pronósticos, el rescate fue logrado con éxito el 30 de agosto de 1916, tras cuatro meses y medio en los que 22 marinos permanecieron en total aislamiento en isla Elefante, alimentándose de pingüinos y focas. La férrea voluntad de Shackleton, la estoica resiliencia de los tripulantes y el profundo sentido del deber de Pardo y los marinos chilenos, permitieron un rescate aparentemente imposible en una desafiante expedición en que no se lamentaron pérdidas de vidas humanas.

Al momento de zarpar al rescate desde Punta Arenas, el 23 de agosto de 1916, el piloto Luis Pardo dirigió una carta a su padre, consciente de que podía encontrar la muerte en este intento que parecía imposible. 

"La tarea es grande, pero nada me da miedo: soy chileno. Dos consideraciones me hacen hacer frente a estos peligros: salvar a los exploradores y dar gloria a Chile. Estaré feliz si pudiese lograr lo que otros no.

Si fallo y muero, usted tendrá que cuidar a mi Laura y a mis hijos, quienes quedarán sin sostén ninguno a no ser por el suyo. Si tengo éxito, habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted lea esta carta, o su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré solo."


Piloto Luis Pardo

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